La automatización y el futuro del trabajo -II

Cita: 

Benanav, Aaron [2020], “La automatización y el futuro del trabajo -II”, New Left Review, Londres, (120): 125-158, enero-febrero.

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Enero, 2020
Tema: 
El subempleo y su precariedad como consecuencias de la desaceleración del crecimiento económico global y de la automatización industrial.
Idea principal: 

Aaron Benanav es investigador posdoctoral en Humboldt-Universität zu Berlin.


En la primera parte de este texto (http://let.iiec.unam.mx/node/2806), el autor identifica un nuevo discurso sobre la automatización planteado desde una perspectiva liberal, de derecha y de izquierda. La tesis principal de esas posturas afirma que el desempleo tecnológico masivo deberá enfrentarse con la renta básica universal, ya que grandes sectores de la población estarán desempleados. Para el autor, esta postura es una respuesta a la caída crónica de la demanda de mano de obra. Pero niega que la explicación que ofrecen los teóricos de la automatización (que el cambio tecnológico genera desempleo), sea verdadera.

De esta manera, el autor afirma que la causa real de la persistente baja demanda de trabajo es la progresiva desaceleración del crecimiento económico registrada desde la década de 1970, cuando la sobrecapacidad industrial se extendía a escala global y no se materializaba ningún motor de crecimiento alternativo. Ese fenómeno económico ha sido estudiado por Robert Brenner y se le nombró estancamiento secular o japonificación. La creación de empleo se ralentiza cuando se produce la desaceleración del crecimiento económico, eso -y no la destrucción de empleo inducida por la tecnología- es lo que reduce la demanda global de fuerza de trabajo.

En esta segunda parte, el autor:

1) señala que la evolución del empleo se ha alejado de las predicciones de los teóricos de la automatización;
2) analiza las dinámicas contemporáneas del mercado de trabajo global, y
3) reflexiona sobre las soluciones que han propuesto los teóricos de la automatización, especialmente la renta básica universal.

La propuesta del autor es que la situación actual del trabajo se caracteriza por el continuo crecimiento del subempleo y no por la inminente llegada del desempleo de masas, como sugieren los teóricos de la automatización. Esta situación es aceptada por las élites, por lo que cambiar el rumbo hacia un futuro más humano dependerá de que las y los trabajadores se nieguen a aceptar el declive de la demanda de su trabajo y las desigualdades económicas que ello supone.

1. Las dinámicas del mercado de trabajo global

El autor comienza este apartado problematizando las lecciones de las experiencias pasadas de pérdida de empleo y avances tecnológicos; a lo que responde que estos avances nunca han superado por completo la dureza del trabajo humano, pero generan una destrucción de empleo en determinadas industrias. Benanav utiliza el ejemplo de la agricultura, mencionando que este sector fue uno de los primeros en ser transformados por los métodos modernos de producción.

Sin embargo, la agricultura fue difícil de mecanizar debido a la desigualdad del terreno y a los ciclos estacionales y durante siglos continuó siendo una importante fuente de empleo. Fue hasta la década de 1940 que los avances en los fertilizantes sintéticos, la hibridación de los cultivos y la mecanización de los instrumentos agrícolas hicieron posible la industrialización de la producción agraria. La productividad del trabajo agrícola se incrementó gracias a que las explotaciones empezaron a parecerse a una fábrica al aire libre; así, el sector empezó a despedir trabajadores rápidamente (ver Dato crucial 1). En este caso, no se generó ningún mecanismo en el mercado de trabajo que asegurara la creación de nuevos empleos al margen de la agricultura y que lograra equilibrar el desempleo.

Con la actual desaceleración global de las tasas de crecimiento, las innovaciones tecnológicas tienden a dejar a los trabajadores sin empleos estables. Por ejemplo, la mecanización en el ensamblaje electrónico y de la industria de la confección tendría resultados devastadores porque esos sectores emplean a una gran cantidad de personas y generan divisas para unas economías escasas de liquidez. En el caso de China y otros países que resultan más competitivos, los avances en la robótica podrían superar la resistencia a una mayor mecanización en esas industrias.

Entonces, si los sectores que se han resistido a la total mecanización y, por lo tanto son fuentes de empleo, aplican las nuevas tecnologías, la demanda de fuerza de trabajo se retraería. El autor explica que este hecho no es resultado del crecimiento de las tasas de productividad -como afirman los teóricos de la automatización-, sino de la inadecuada demanda de producción debido a tres factores que son las principales causas económicas y sociales de la agonía del mercado de trabajo en todo el mundo:

1) la proliferación de capacidades industriales a escala mundial;
2) la sobreacumulación de capital correspondiente y
3) la consecuente reducción de las tasas de expansión industrial y de crecimiento económico global.

Subempleo de masas

En esta sección, el autor discute diversos conceptos sobre automatización y desempleo. En primera instancia se menciona el de Harvard Wassily llamadodesempleo tecnológico a largo plazo que explora la relación entre automatización y pérdida de empleos como un fenómeno que afecta a toda la economía. Por su parte, Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee explican en The Second Machine Age, que el esfuerzo humano podría no ser necesario en la economía actual (como sucedió con el aceite de ballena y el trabajo animal). Pero, el autor cuestiona si de verdad el descenso de la demanda de mano de obra ha ido realmente acompañado de tasas de desempleo crecientes, como sugiere el discurso de la automatización.

En los países capitalistas avanzados, las tasas medias de desempleo crecieron en las décadas de 1980 y 1990, y la crisis de 2008 las hizo subir más; pero durante la última década han caído de nuevo lentamente (ver Gráfica 1). De esta manera, la demanda de fuerza de trabajo no ha estado descendiendo secularmente. Sin embargo, las formas en que se expresa ese descenso han cambiado desde el desempleo a distintas clases de subempleo, que son más difíciles de medir. Por lo tanto, en el futuro habrá menos empleos de calidad en vez de un futuro sin empleos: los trabajadores tienen que sobrevivir, por esa razón aceptan cualquier trabajo con un salario bajo, jornadas reducidas o condiciones laborales terribles.

En Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania, se pueden contabilizar pocos trabajadores desempleados porque se les obliga a incorporarse a los mercados de trabajo con empleos de medio tiempo, temporales o precarios en economías que ya no pueden ofrecerles nada mejor. El autor puntualiza que la magnitud en que la precariedad se propaga entre la fuerza de trabajo varía según el país.

En algunos países de Europa y en algunos del Este Asiático –donde las protecciones al empleo son más sólidas– sectores importantes de la fuerza laboral quedan aislados de las presiones del mercado asociadas con periodos de falta de trabajo. A este tipo de trabajadores se les denomina no estándar porque carecen del acceso a las protecciones sociales del empleo estándar y están obligados a moderar sus demandas salariales para adaptarse a las realidades del mercado de trabajo (ver Dato crucial 3).

Por su parte, en los países de rentas medias y bajas, los trabajadores no estándar han existido con normalidad. La OIT calcula que apenas una quinta parte de los trabajadores desempleados en todo el mundo tienen derecho a beneficios sociales. Quienes están desempleados se ven obligados a encontrar fuentes de ingresos tan rápidamente como sea posible. La mayoría de los trabajadores que pierden su empleo se incorporan al mercado informal, a menudo en microempresas de trabajadores autónomos, que cuentan con cinco o menos empleados: 70% del empleo en las regiones de rentas bajas y medias se clasificó como informal en 2016.

Estancamiento posindustrial

El argumento central del autor es que en lugar de un rápido crecimiento del desempleo asociado con un avance hacia un futuro automatizado, el subempleo es el que aumenta debido al recrudecimiento del estancamiento económico: la clase trabajadora se ve obligada a trabajar por salarios más bajos y en condiciones laborales peores. Así el subempleo se convierte en una característica habitual de los mercados de trabajo, una característica que carece de una forma homogéneos de expresión.

Las empresas multinacionales empezaron a explotar los diferenciales contractuales existentes en los diversos mercados de trabajo en la década de 1960, a medida que los excedentes de mano de obra crecían a escala global, para obtener una fuerza de trabajo productiva a un precio bajo que sería utilizada para competir en los mercados globales caracterizados por el exceso de oferta.

Las empresas industriales se han aprovechado de la inseguridad en el empleo existente no solo en los países de rentas bajas, sino también en los de rentas altas, moderando las demandas salariales de los trabajadores y contratando a trabajadores fuera de los límites de la legislación laboral estándar. No obstante, alrededor de 17% de la fuerza de trabajo global trabaja en el sector manufacturero, 5% adicional lo hace en la minería, el transporte y los servicios públicos.

Entonces, la mayoría de los trabajadores subempleados del mundo encuentra empleo en el heterogéneo sector servicios. Princenton William Baumol y su modelo básico de crecimiento del empleo a principios de la década de 1960, ayuda a explicar por qué el subempleo en el sector de servicios es una importante característica de la economía actual y por qué las explicaciones de los teóricos de la automatización son erróneas: el sector servicios tiene tasas menores de mecanización y crecimiento de la productividad que las vigentes en el sector industrial. Si la demanda de servicios aumenta, el empleo también lo hace casi en la misma proporción (ver Datos cruciales 5 y 6), a diferencia del sector manufacturero donde la mayor parte del crecimiento de la producción se genera por el aumento de la productividad más que por el aumento del empleo.

El aumento de la demanda en el sector servicios se basa en movimientos de la renta; el crecimiento de la demanda de servicios depende del crecimiento de la renta en el conjunto de la economía. Esto significa que mientras la tasa global de crecimiento económico se ralentiza debido al deterioro del motor del crecimiento industrial, el ritmo del empleo en el sector servicios debería disminuir igualmente.

El sector servicios es el mejor lugar para la creación de empleo mediante la superexplotación, porque los salarios de los trabajadores suponen una proporción relativamente grande de los precios finales. El grado en el que se permite a las empresas aprovecharse de estos trabajadores que carecen de seguridad en sus ingresos depende de la legislación laboral de cada país. Esto no equivale a decir que los pobres serán más pobres, sino que su participación en el crecimiento de los ingresos será mucho menor que su participación en la población.

2. ¿Una bala de plata?

El autor señala que el discurso de la automatización identifica un conjunto de problemáticas de la economía mundial que van asociadas con una demanda persistentemente baja de trabajo. Por esa razón, la gente encuentra atractivo al nacionalismo económico, aunque los síntomas de un descenso de la demanda de trabajo no se aliviarán con barreras arancelarias.

Entonces, la propuesta de los teóricos de la automatización es una renta básica universal: un ingreso sin condicionantes pagado a cada ciudadano; así, acabaría directamente con la pobreza y proporciona a los trabajadores con empleos precarios un grado de seguridad. Los teóricos de la automatización a menudo presentan la renta básica universal como un instrumento político neutro que resuelve el problema del desempleo global.

El autor está en desacuerdo con esta neutralidad porque es una fantasía: la renta básica universal llevaría por direcciones radicalmente diferentes, la mayoría de las cuales no generaría la prosperidad humana.

Uno de los argumentos neoliberales más conocidos es el de Charles Murray, quien considera que la renta básica universal detendría el declive de Occidente y devolvería sus espíritus a la fe cristiana y al matrimonio monógamo. Murray provee la imagen de una sociedad cada vez más desigual, marcada por una demanda persistentemente baja de trabajo y la renta básica universal podría hacer que esta situación fuera aceptable para sus miembros más pobres.

Las propuestas de renta básica defendidas por el centro-izquierda mantendrían o ampliarían las provisiones sociales, de manera que su versión sería mucho más costosa: Philippe van Parijs sugiere proporcionar a la gente lo suficiente como para que puedan satisfacer sus necesidades básicas, sin desmantelar el Estado de bienestar (Ver Dato crucial 8). Además, recomiendan empezar con pagos a un nivel muy modesto y no de acuerdo con un criterio universal; así habría una condición de participación, como la exigencia de realizar trabajos comunitarios.

Los teóricos anticapitalistas de la automatización, como Nick Srnicek y Alex Williams, dicen que la renta básica universal abre la posibilidad más radical de facilitar un cambio hacia una vida más allá del trabajo asalariado: cuando la automatización avance, el valor de la renta básica universal irá aumentando hasta que la capacidad para comprar la mayoría de los bienes y servicios lo proporcione este mecanismo de distribución alternativo, lo cual constituirá un avance hacia la igualdad.

Limitaciones

El autor ve una serie de contradicciones en las propuestas anteriores y hace una serie de observaciones al respecto: para evolucionar desde una solución tecnocrática a un proyecto emancipador, la renta básica universal tendría que empoderar a los individuos para que lucharan por un drástico cambio social.

El autor duda que la renta básica universal vaya a tener ese efecto por las siguientes razones:

1) no está claro que si se le da dinero a las personas, vayan a revitalizar sus comunidades. Marx y Engels sostenían en el Manifiesto Comunista que la expansión de la economía monetaria tiende a disolver en el aire las relaciones establecidas. Es decir, el dinero permite a la gente satisfacer sus necesidades sin depender de las comunidades de las que forman parte, lo cual tiende a erosionar sus capacidades de organización colectiva. Además, el transporte, el entretenimiento y la alimentación han sido remodelados por completo en consonancia con esta lógica interna de las economías de mercado. Por lo tanto, las economías están diseñadas para reducir a todo el mundo a una existencia atomizada.

2) Para conseguir una renta básica universal lo suficientemente elevada como para alterar las relaciones sociales, los trabajadores necesitarían antes reunir fuerza y no aparece en el panorama que la renta básica universal otorgue a la gente una mayor capacidad luchar; así, no representa un camino viable hacia objetivos emancipadores más amplios.

El autor apunta una cuestión relevante sobre la lucha de los trabajadores: la subdemanda de trabajo es el resultado de la sobrecapacidad global y de la caída de la inversión, luego entonces, la lucha distributiva rápidamente se convertiría en un conflicto de suma cero entre el trabajo y el capital, bloqueando o ralentizando drásticamente el progreso hacia un futuro más libre. Por esa razón se necesitará un plan para quitarle el control de la economía a los propietarios de los activos. No obstante, las propuestas de la renta básica universal dicen poco sobre cómo reducir el dominio del capital sobre la producción: si los capitalistas conservan su poder sobre las decisiones de inversión, que continuarían determinando el crecimiento o la contracción de la economía, la valorización del capital continuaría siendo la fuerza y el motivo impulsores de la economía. Además, el capital continuaría amenazando con la huelga de capitales, es decir, instrumentalizar la desinversión y la huida de capital.

Así, dice el autor que si una izquierda quiere utilizar la renta básica universal, necesitaría presentar su Plan Meidner para facilitar la progresiva socialización de los medios de producción a través de una transferencia planificada de la propiedad de los activos al conjunto de la sociedad. Pero, fue precisamente la amenaza de una desinversión de capital en Suecia, durante las crisis de la década de 1970, la que llevó a que el Plan Meidner fuera abandonado.

Actualmente, un plan semejante sería todavía más difícil de ejecutar debido a que las organizaciones de masas de la clase trabajadora son mucho más débiles y el crecimiento económico más lento. Quitar a los capitalistas el poder de controlar las decisiones de inversión y hacer inoperante la huelga de capitales es una condición previa esencial para nuestro progreso colectivo hacia un mundo que supere la escasez.

3. Necesidad y libertad

Para el autor, el intento de imaginar un camino hacia un futuro más allá de la escasez sigue siendo un aspecto atractivo del discurso de izquierda sobre la automatización porque genera la posibilidad de pensar la cuestión de cómo se podrían volver a ensamblar las piezas de un mundo destruido para llegar a un modo nuevo de existencia social.

En este momento histórico, el neoliberalismo está tan arraigado que provoca expresiones radicales nacionalistas y catástrofes inducidas por el clima cada vez más frecuentes y más virulentas. Aunado a lo anterior, no permite pensar una idea concreta sobre una alternativa real que no sea la planificación centralizada del Estado, ni las políticas del Estado del bienestar europeo. Por esa razón, las reformas socialistas han dado paso al neoliberalismo, mientras los movimientos sociales emancipadores se limitan a mantener posiciones.

El autor piensa que es necesario concebir la vida social como parte de la esfera de la necesidad y la de la libertad. Respecto a la necesidad, se compartirían las labores necesarias para la reproducción colectiva, dividiendo las responsabilidades mientras se toman en cuenta las capacidades y propensiones individuales. Además, en los tiempos de la post escasez, la reorganización de las tareas necesarias hace posible un mundo de gratuidad porque todos tendrían satisfacer sus necesidades.

Para los teóricos de la post escasez la reconstrucción de la esfera de la necesidad también amplía la esfera de la libertad compartida socialmente. En este supuesto, una vez que la necesidad queda asegurada, todos serían libres de desarrollar su individualidad fuera de los límites de cualquier comunidad determinada.

Reorganizar la vida social para reducir el papel del trabajo necesario no consiste en superar el trabajo como tal: se trata de liberar a las personas para que puedan realizar la clase de actividades que no pueden describirse simplemente como trabajo o como ocio. Y a este respecto, el autor plantea qué haría la gente con el aumento de su tiempo libre.

A lo que responde que podrían dedicarse a actividades creativas como escribir novelas o la reinvención personal a través de la educación o la exploración. Para el autor, llevar a cabo este tipo de ejercicios de la imaginación significa que es posible diseñar experimentos intelectuales que priorizan a la gente y no al progreso tecnológico.

Agentes del cambio

En este apartado el autor hace una reflexión sobre las futuras articulaciones de la clase trabajadora. En la actualidad las personas tienen inseguridades materiales y están alienadas de sus capacidades colectivas; su capacidad para pensar en alternativas está atrofiada. Entonces la automatización podría tener efectos negativos y positivos a este respecto, pero de todas formas, la automatización no implica ninguna asociación social y no parece que generará un mundo post escasez, tampoco la renta básica universal.

Sin embargo, el autor plantea que si se ampliara radicalmente el acceso a la educación y a la sanidad, si las comunidades compartieran el trabajo necesario para su reproducción y si las industrias se socializaran parcialmente, entonces una renta básica podría formar parte de un proyecto más amplio encaminado a la libertad humana. Pero esta visión necesita una perspectiva: haría falta una masiva movilización para cambiar la tendencia del neoliberalismo. Pero el problema es que el único movimiento con el tamaño y la fuerza para emprender esa tarea ha sido totalmente derrotado.

Así, las huelgas son principalmente defensivas y los trabajadores luchan para frenar el ritmo del capital, la austeridad, la flexibilidad laboral y la privatización en respuesta a una desaceleración económica que no tiene fin. Al parecer el autor ve en los movimientos políticos post crisis financiera 2008, una grieta en el inmovilismo social, ya que ha habido oleadas de huelgas y movimientos sociales a lo largo de los cinco continentes.

No obstante, es cierto que el trabajo humano directo desempeña un papel mucho más pequeño en los sectores industriales básicos que el que desempeñaba anteriormente. Como predijo Marx, la fuerza laboral ha sido desplazada por el cambio científico y tecnológico personificado en grandes infraestructuras. Lo cual ha causado que muchos trabajadores y trabajadoras queden marginados y obligados a entregar gran parte de sus vidas a empleos en el sector servicios en el que la productividad del trabajo crece lentamente. Para la mayoría de los trabajadores de la actualidad, la compulsión del capital por bajar los costos de producción significa solamente más explotación sin aumento salarial.

El autor concluye que si las luchas sociales no se organizan alrededor de las tareas históricas, no generarán la idea de lo que significa ser una persona en un mundo libre de pobreza y de multimillonarios, de refugiados sin Estado y, de campos de detención y de vidas consumidas en trabajos penosos.

Datos cruciales: 

1. En 1950, la agricultura empleaba 24% de la mano de obra en Alemania Occidental, 25% en Francia, 42% en Japón y 47% en Italia; en 2010 todas estas cifras estaban por debajo de 5%. El principal destructor global de empleo durante el siglo XX no fue el capitalismo del silicio (los avances en los fertilizantes sintéticos, la hibridación de los cultivos y la mecanización de los instrumentos agrícolas que hicieron posible el desarrollo de formas industrializadas de producción agraria), sino el capitalismo del nitrógeno.

2. Gráfica 1.

3. Entre 1985 y 2013, la participación del empleo no estándar (sin seguridad social o prestaciones) en el empleo total creció de 21 a 34% en Francia; de 25 a 39% en Alemania y de 29 a 40% en Italia. En Japón, la participación del empleo no estándar creció desde 17% en 1986 a 34% en 2008, con tendencias similares registradas en Corea del Sur. Estos cambios en la composición del empleo se hacen más evidentes en las nuevas ofertas de empleo: 60% de los empleos creados en los países de la OCDE durante las décadas de 1990 y 2000 fueron no estándar.

4. Los trabajadores subempleados del mundo se encuentran en el sector servicios, que representa entre 70 y 80% del empleo total en los países de rentas altas. Lo mismo pasa con la mayoría de los trabajadores en Irán, Nigeria, Turquía, Filipinas, México, Brasil y Sudáfrica.

5. Gráfica 2

6. Gráfica 3

7. Como ha señalado Thomas Piketty, los ingresos de la mitad más pobre de la población mundial se multiplicaron por dos entre 1980 y 2016, pero eso representaba solamente 12% del crecimiento global de los ingresos; el 1% más rico superaba más del doble esa proporción –27%– en el mismo periodo.

8. Yannick Vanderborght señala que la renta básica podría ascender a 25% del PIB per cápita, aproximadamente 15 500 dólares anuales por persona en Estados Unidos en 2019.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Este texto es muy relevante para comprender la dinámica del subempleo que parece existir a lo largo y ancho del mundo, es decir, tanto en países del Norte como del Sur global. Además que es una refutación a los paradigmas de la automatización liberales, de centro izquierda, izquierda anti capitalista y de derecha, lo cuales, imaginaban un mundo en el que la automatización haría que las personas dejaran de trabajar. Evidentemente, cada postura tiene sus matices; sin embargo, se pensaba en el desempleo como una consecuencia directa de la automatización.

Lo que se observa, gracias a este artículo, es que los y las trabajadores están destinados a ocupar una posición en el sector servicios, donde se da la oportunidad para que sean explotados, mal remunerados, y sin que sean proveídos de ninguna seguridad laboral. Así, el desarrollo tecnológico, la desaceleración de la economía, la automatización de la producción y el neoliberalismo -del capitalismo contemporáneo- afectan la forma en la que los y las trabajadores satisfacen sus necesidades y viven una constante alienación y atomización que no les permite organizarse en torno a sus demandas laborales.