Aproximaciones al Ecofeminismo
Enviado por raulob en Lun, 10/07/2024 - 08:40En síntesis
En esta sección se presentan los resultados del trabajo de síntesis bibliográfica del LET.
Las fichas completas se encuentran en la página del LET.
A las mujeres se les ha impuesto un lugar específico dentro de la estructura social moderna, esta asignación tiene una larga duración histórica. El modelo capitalista, en el que se reformula la lógica heteropatriarcal, los procedimientos colonialistas, las prácticas racistas y las violencias especistas, se perpetúa a partir de opresiones dirigidas hacia los cuerpos, con especial interés –y de maneras diferenciadas– hacia las mujeres y otros cuerpos feminizados. Enmedio de la actual catástrofe socioambiental, estos cuerpos experimentan condiciones exacerbadas de explotación, marginación, exclusión y violencia. En este texto se presentan los aportes de una de las corrientes de pensamiento que nace desde y para la preservación de la digna existencia de toda forma de vida en la Tierra: el ecofeminismo. Un pensamiento crítico de derivas prácticas, que al tiempo que encara la catástrofe climática pone en el centro las formas de resistencias desde lo femenino, entendido como una posición política.
Qué es el ecofeminismo
En la década de los años setenta, en medio de una creciente preocupación por la cuestión ambiental y la situación de las mujeres, Françoise d’Eaubonne introdujo el término de “ecofeminismo” en su obra titulada Le féminisme ou la mort, como un esfuerzo por vincular las movilizaciones ecologistas con las feministas y establecer alternativas de desarrollo social más justas (https://let.iiec.unam.mx/node/3310 [1]). El ecofeminismo, lejos de minimizar la lucha del ecologismo o la del feminismo, busca abordar sus problemáticas desde una perspectiva holística, reconociendo la importancia de la justicia social, ambiental y de género en la construcción de un mundo más equitativo y sostenible (https://let.iiec.unam.mx/node/5192 [2]).
Desde el ecofeminismo, las mujeres han encontrado cómo entretejer su lucha contra el patriarcado con las luchas contra otros sistemas de opresión que también las constriñen, como el clasismo y el racismo. El reconocimiento de esta articulación de opresiones le permite al ecofeminismo reconocer que la sociedad contemporánea es un sistema que subyuga a otras vidas no humanas, con las que las mujeres han sido vinculadas: la naturaleza en su conjunto (https://let.iiec.unam.mx/node/5105 [3]). Esta corriente de pensamiento nace del reconocimiento de la existencia de una irreconciliable contradicción entre los procesos de reproducción natural y social con el proceso de acumulación de capital; se centra en la interconexión entre las opresiones de género, raza y clase con la destrucción del medio ambiente, y argumenta que son tales opresiones son parte fundamental de un sistema de dominación y explotación.
Si bien el término ecofeminismo es comúnmente utilizado en singular, es importante resaltar que no se trata de una posición homogénea; son expresiones diversas que no buscan generar una sola forma de lucha para una sola forma de vida. El ecofeminismo trata de romper con el modelo dicotómico y homogéneo, para reconocer y hacer resonar las luchas de muchas mujeres, incluso de aquellas que no se autorreconocen como feministas ni como ecofeministas. Las distintas versiones del ecofeminismo reconocen a las luchas de mujeres como prácticas que sostienen una agenda compleja y diversa.
Las mujeres frente al exterminio de la(s) vida(s)
Las condiciones planetarias en que se han desarrollado las forma de vida durante los últimos millones de años, están siendo transformadas como consecuencia de fenómenos climáticos extraordinarios (huracanes, ciclones, tornados, olas de frío y de calor, sequías e inundaciones); aumento del nivel del mar; alteración de los ciclos biogeoquímicos claves para mantener el equilibro de los ecosistemas (como el ciclo de carbono y del nitrógeno); acidificación oceánica; pérdida de biodiversidad por el exterminio de ecosistemas; degradación del suelo, entre otros. Estos procesos son prueba del colapso ecológico y civilizatorio en el que nos encontramos como resultado de la reproducción del sistema capitalista (https://let.iiec.unam.mx/node/3735 [4]).
Hoy, seis de los nueve límites planetarios han sido sobrepasados, amenazando la continuidad de las formas de vida, particularmente de la especie humana (https://let.iiec.unam.mx/node/4948 [5]). Las formas humanas, no sólo ven alterados sus entornos, la naturaleza con la que coexisten, también observamos el trastocamiento de las relaciones sociales: muertes por climas extremos (https://let.iiec.unam.mx/node/2367 [6]); desplazamientos por la desaparición de territorios, debido al aumento del nivel mar (https://let.iiec.unam.mx/node/2381 [7]), y el incremento de conflictos por bienes naturales (https://let.iiec.unam.mx/node/2539 [8]), son algunas de las pruebas.
Si bien las amenazas son compartidas por todas las formas de vida que componen al planeta, éstas son percibidas de maneras diferenciadas por cada sujeto. Padecen más los efectos adversos aquellas existencias históricamente dominadas para el desarrollo del sistema capitalista –de carácter colonialista, racista y patriarcal– y que son aquellas que organizan gran parte de la vida social: las mujeres y cuerpos feminizados, así como la naturaleza.
Las desigualdades por razón de género que encaran las mujeres se acrecientan por los impactos de la degradación ambiental. Frente a la amenaza climática y la escasez creciente, a las mujeres se les imponen pesadas tareas de gestión de los bienes naturales (https://let.iiec.unam.mx/node/5105 [3]). A lo que se suma la multiplicación de conflictos armados por el control de “recursos naturales”, en los que las mujeres y niñas son objeto de violencias sexuales (https://let.iiec.unam.mx/node/2703 [9]). Ante esta presión de múltiples aristas, la desvalorización de los trabajos de cuidado, normalmente realizados también por mujeres, coloca a éstas en situaciones de alta vulnerabilidad. En el caso de escenarios de relativa estabilidad, las mujeres tienen enfrentar la falta de acceso a la seguridad social o económica, que son relevantes de cara a la emergencia ecológica (https://let.iiec.unam.mx/node/2749 [10]).
Reconocer la vulnerabilidad a la que las mujeres se enfrentan es urgente y necesario, pues son uno de los grupos sociales que han desarrollado instrumentos para sobrevivir a situaciones extremas. Son diversos los ejemplos de mujeres que han protagonizado luchas por la defensa de los territorios y de los bienes naturales, en los que defienden sus cuerpos y los de otros seres vivos con los que coexisten (vidas no humanas) (https://let.iiec.unam.mx/node/5105 [3]). Los ecofeminismos han intentado hacer resonar estas experiencias y expandirlas en el mundo.
Aportes para las resistencias
Muchas mujeres ecofeministas han generado diversas discusiones para trascender la racionalidad moderna que defiende una fractura de la relación complementaria entre la humanidad y la naturaleza. Desde sus lugares de enunciación, las sujetas han reconfigurado espacios materiales para la reproducción y el cuidado de las formas de vida en su conjunto. Una de las aportaciones más importantes del ecofeminismo es la revalorización del cuidado. En esa perspectiva, destaca el énfasis hecho por mujeres guatemaltecas acerca de la importancia de la sanación y reparación para el mantenimiento de la vida y reapropiación de los cuerpos, a través del reconocimiento de la lucha de los pueblos de Abya Yala por el territorio. Para el ecofeminismo, el cuidado introduce diversas formas de justicia: ambiental, social, corporal-territorial y, en su conjunto, de género. El enfoque ecofeminista trasciende la concepción moderna del cuidado como un proceso sin valor para el capital; se encamina hacia una idea relacional, comunitaria y colectiva, “involucrando tanto la vida humana como la ecosistémica, con un fuerte énfasis en las condiciones necesarias para la supervivencia” (https://let.iiec.unam.mx/node/5192 [2]).
La agenda ecofeminista da un lugar central a los movimientos de mujeres en defensa de sus territorios. Frente a la profundización de dinámicas extractivas en el Sur Global, la lucha que se realiza por la preservación de los territorios permite acoger diversas causas e incluir a diversos sujetos, sin simplificar sus mensajes o realidades, tal como señala la antropóloga Yayo Herrera (https://let.iiec.unam.mx/node/5197 [11]). “La defensa de la vida y en contra de los proyectos de muerte” como bandera política en comunidades indígenas de la Sierra Norte de Puebla o “Sin oro se vive, sin agua se muere”, en las luchas andinas, son algunos ejemplos de consignas que expresan un reconocimiento de la crisis de las formas de sostenibilidad de la vida y de la decisión de resistir (https://let.iiec.unam.mx/node/5105 [3]).
Los movimientos por la defensa de la vida son claves para el desarrollo del pensamiento ecofeminista; como mencionan Sandra Rátiva, Melisa Argento y Verónica Gago, muchas de sus ideas ya estaban presentes en movimientos históricos de defensa de los territorios, bienes comunes y vidas no humanas (https://let.iiec.unam.mx/node/5192 [2]). Mina Lorena Navarro destaca cómo las llamadas “Mujeres de Zonas de Sacrificio en Resistencia de Puchuncaví-Quintero, Valparaíso” (Chile) han adoptado la noción de zona de sacrificio para resaltar cómo sus cuerpos y territorios enfrentan riesgos (cómo son sacrificados) por las acciones del complejo industrial en Bahía de Quintero. Lorena Cabnal señala la forma en que muchas mujeres y ecofeministas de Abya Yala abordan el extractivismo para adoptar el concepto de “cuerpo-territorio”, con el propósito de reconocer la estrecha relación “entre el propio cuerpo, el tejido de la vida y el territorio habitado”; esto les permite recuperar conscientemente los espacios habitados, empezando por el “primer territorio cuerpo” (https://let.iiec.unam.mx/node/5105 [3]).
El enfoque holístico del ecofeminismo busca resaltar las opresiones históricas que resultan de las relaciones de explotación capitalista y que no sólo resienten las mujeres, sino todos los cuerpos feminizados (entendiendo la feminidad como un proceso de clasificación de inferioridad construida por las relaciones de dominación), como la naturaleza. Nazaret Castro subraya cómo diversas resistencias en el Sur Global son más que conscientes del elemento patriarcal en el avance del capitalismo, un modo de producción que para desarrollarse necesita del despojo de los cuerpos de las mujeres (para la reproducción de los trabajadores) y de los territorios (para la extracción de bienes convertidos en recursos naturales). El ejemplo más claro se encuentra en el agronegocio, que no sólo contribuye a la degradación ambiental, sino también profundiza la violencia hacia los cuerpos feminizados (https://let.iiec.unam.mx/node/2735 [12]).
Otra de las aportaciones más reconocidas del ecofeminismo es su crítica a la noción de desarrollo, que es central para la reproducción del capitalismo. Gloria Zuluaga Sánchez expone cómo el ecofeminismo identifica la conexión entre la opresión de grupos marginados y la explotación de la naturaleza como resultado de las promesas del desarrollo, desde las que se ejerce violencia hacia lo considerado femenino o natural. También resalta la división artificial de las labores domésticas y las productivas, que sirve para omitir la importancia de la “labor de reproducción”; al mismo tiempo que se señala el androcentrismo de los saberes científicos que legitiman esta división. A partir del rechazo a la noción de desarrollo, esta autora busca entender las formas de configuración de diversos movimientos sociales que denuncian el despojo de la naturaleza y sus impactos perjudiciales, particularmente hacia las mujeres (https://let.iiec.unam.mx/node/3310 [1]).
Desde la antropología feminista, una rama en la que el ecofeminismo ha tenido un gran aporte, Yayo Herrero critica la noción moderna de la sostenibilidad en tanto mantiene el dualismo entre naturaleza y cultura. La sostenibilidad invisibiliza la compleja interacción entre los seres humanos y el ambiente; niega “la interacción con la naturaleza para obtener bienes y servicios, el espacio doméstico como red de interdependencia, [y] la comunidad cercana como lugar de ayuda mutua” (https://let.iiec.unam.mx/node/5197 [11]). La sostenibilidad se piensa por fuera de las formas en las que las culturas despliegan sus relaciones con los ecosistemas en los que se reproducen. Esta crítica ecofeminista analiza cómo la sostenibilidad se reduce a estudiar los procesos productivos e indicadores ambientales, alejándose de la importancia de las vidas colectivas singulares y la relación que mantienen con ecosistemas específicos.
En resumen, el ecofeminismo emerge como una respuesta crítica hacia la compleja red de opresiones sistémicas, que afectan tanto a las mujeres como a la naturaleza. En un contexto de colapso ecológico y civilizatorio, donde las desigualdades estructurales se exacerban, esta corriente destaca la importancia de reconocer y generar alternativas integrales para el mantenimiento de las formas de vida en su conjunto. Reconociendo la vulnerabilidad específica de las mujeres frente a la emergencia, el ecofeminismo resalta sus luchas históricas por la defensa de sus cuerpos y los territorios en las que coexisten con otras vidas, promoviendo una visión relacional y comunitaria, tanto del cuidado como de la justicia. Desde la crítica a nociones centrales del sistema, como el desarrollo o la sostenibilidad, el ecofeminismo propone alternativas que destacan la importancia de la interdependencia y la diversidad.
* Licenciada en Relaciones Internacionales de la UNAM. Integrante del LET. fernandaaguilar@politicas.unam.mx [13].