Los empresarios pueden llegar a amar o temer a Donald Trump. Él ha dicho que quiere reducir la tasa de impuestos corporativa de un 40% a un 15%. Quiere hacer posible que las empresas estadounidenses lleven a casa los más de 2 billones de dólares que mantienen ocultos en el extranjero, sin que para ellos signifique un gran pago de impuestos.

La propuesta de Trump de guerra con la burocracia también parece que será popular. Pretende ayudar a las pequeñas empresas que se quejan de estar abrumadas por los requisitos burocráticos.

Si tiene éxito en vencer las regulaciones ambientales del país, se favorecerá un trato más indulgente para las industrias intensivas en carbono, como la del petróleo, el gas y el carbón. El 9 de noviembre, el precio de las acciones de Peabody Energy, una empresa de carbón que intenta salir de la bancarrota, aumentaron en casi 50%.

El gasto en infraestructura también será bueno para los empresarios que se quejan de las carreteras y aeropuertos de Estados Unidos. Con ello, la industria de la construcción podría ganar beneficios extraordinarios.

Si la desregulación, los recortes de impuestos y la nueva infraestructura son cosas con las que todos los empresarios se entusiasman, en cambio, la sugerencia populista de Trump, que declara que la economía está amañada contra los consumidores y los trabajadores ordinarios, les preocupa.

Trump quiere derogar la ley Dodd-Frank, aprobada después de la crisis de 2008 para regular a las instituciones bancarias. Sin embargo, también ha propuesto separar la banca de inversión de la banca comercial y minorista, lo que sería una pesadilla para bancos como JP Morgan Chase.

Enormes empresas de Silicon Valley como Facebook y Google se han mostrado abiertamente hostiles con Trump. Él se muestra en contra de las “tendencias monopólicas” de Amazon y Uber, mientras que pretende forzar a Apple a desbloquear iPhones por razones de seguridad nacional.

Las medidas proteccionistas también podrían generar temor entre los empresarios. La industria automotriz estadounidense se basa en gran medida en los componentes que los proveedores de México suministran. Si Estados Unidos impone aranceles a las importaciones chinas, es muy probable que la respuesta de China será poner freno a las actividades de las multinacionales estadounidenses que obtienen en ese país ventas por 300 mil millones de dólares anuales.

Muchos ejecutivos aseguran que Trump con todo y sus defectos visibles, entiende los negocios, lo cual es real. Tiene una visión mucho más instintiva para las empresas y el capitalismo que la que tiene Obama o Clinton; aunque también es un intervencionista, creyendo que las empresas estadounidenses pueden ser un instrumento en su poder que puede ser comprado, intimidado y modificado con el objetivo de lograr un renacimiento nacional.