En síntesis

En síntesis
Por: Salvador Portilla

La crisis civilizatoria que viven las sociedades contemporáneas tiene en la devastación ambiental una de sus dimensiones más apremiantes, ya que supone la destrucción de las condiciones que permiten la reproducción de la vida en el planeta. Cada día se advierte cómo la destrucción del metabolismo planetario, ocasionada por el capitalismo, ha desatado complejos procesos que se retroalimentan unos a otros. Este año se han roto varios récords: el de la duración e intensidad de la temporada de tormentas y huracanes, el de la magnitud de los incendios forestales y el del aumento de la temperatura a nivel global, entre otros, lo que nos habla de la agudización de la crisis y la tendencia al aumento en la cantidad e intensidad de estos fenómenos en el futuro. A continuación, se presentan algunos materiales resultado del trabajo de fichado del Laboratorio sobre la devastación ambiental y sus consecuencias.

Si bien, la pandemia de COVID-19 no suele considerarse como un efecto directo, el aumento de las enfermedades infecciosas es una de las consecuencias más alarmantes de la destrucción del ambiente. En las últimas décadas se ha disparado la cantidad de estas enfermedades emergentes, apareciendo cinco por año. El cambio climático y la destrucción del ambiente inciden de tres formas en esta explosión de enfermedades emergentes.

Primero, más de la mitad de estos nuevos patógenos provienen de animales, muchos de los cuales se ven obligados a migrar a nuevas áreas presionados por la pérdida de sus ecosistemas. La aparición de una tercera parte de estos nuevos patógenos es directamente atribuible a la deforestación, a la expansión de la frontera agropecuaria y a la extracción de recursos naturales en zonas silvestres. Segundo, las enfermedades transmitidas por ciertos vectores, como mosquitos y garrapatas, se han incrementado a medida que el aumento de la temperatura y las precipitaciones han expandido su hábitat hacia el Norte. Ejemplo de ello son los casos del virus Zika en Texas y Florida durante años recientes. Finalmente, el deshielo de los glaciares y el permafrost, producto del calentamiento global, podría liberar algunos de estos patógenos atrapados en el hielo desde hace milenios.

Mientras tanto, el calentamiento planetario está lejos de ceder. Si bien, durante los primeros meses de confinamiento las emisiones mundiales de dióxido de car-bono tuvieron una disminución drástica, a medida que el confinamiento se ha relajado, las emisiones están volviendo a sus niveles habituales. Esto según el artículo “Temporary reduction in daily global CO2 emissions during the COVID-19 forced confinement”, publicado en mayo pasado en la revista Nature. A pesar de que la actividad industrial y la de la industria de transporte no han vuelto a los niveles anteriores a la pandemia, el artículo muestra la rapidez con la que se han recuperado las emisiones de CO2. Aunque los autores del estudio estiman que en 2020 habrá una reducción promedio de 5% en las emisiones mundiales, esta reducción no será suficiente para revertir el calentamiento global.

En nuestros esfuerzos por mitigar los efectos negativos de la pandemia de coronavirus, podríamos estar profundizando la crisis ambiental. Para Ben Tarnoff, el incremento vertiginoso del uso de internet, ocasionado por las medidas de distanciamiento social, está contribuyendo al aumento de la temperatura planetaria. Las máquinas que componen esta red informática calientan el planeta no solo por la cantidad de emisiones requeridas en su fabricación, sino por las que son necesarias para su funcionamiento. Tan solo los centros de datos que soportan la computación en la nube, un componente cada vez más importante de la internet, está conforma-do por miles de edificios llenos de servidores que permanecen encendidos permanentemente y consumen la misma cantidad de energía que Sudáfrica, 200 teravatios-hora anuales; se espera que esta cifra aumente de 4 a 5 veces para el año 2030. Además, la capacidad de cómputo que requiere el aprendizaje automático, el desarrollo detrás del auge actual de la inteligencia artificial es considerable. Según una investigación realizada por la Universidad de Massachusetts, Amherst, el análisis de información (“entrenamiento”) que necesita un modelo de procesamiento del len-guaje natural, usado por distintos “asistentes virtuales” como Alexa, puede producir hasta 284 019 kilogramos de dióxido de carbono, equivalente a volar 125 veces de Nueva York a Beijing.

Incluso si las emisiones se redujeran de forma abrupta y permanente la temperatura planetaria continuará aumentando durante muchos años, pues más de 90% de la energía atrapada por las emisiones de gases de efecto invernadero producidas en los últimos 50 años se ha almacenado en el océano y es liberada lentamente a la atmósfera en forma de calor. El dióxido de carbono emitido hoy permanecerá en la atmósfera por décadas o incluso siglos antes de que pueda ser reabsorbido por la vegetación o los océanos.

Según el estudio “Record-Setting Ocean Warmth Continued in 2019”, publicado en enero de 2020 por la revista científica Advances in Atmospheric Sciences, los últimos 10 años han sido los más cálidos en los océanos del planeta, los últimos 5 años han tenido el registro más alto y 2019 fue el año más cálido de todos. El estudio señala que no solo ha aumentado la temperatura global del océano, sino que este proceso se ha acelerado causando que los efectos del cambio climático se re-sientan con más fuerza. Para los autores del artículo, el océano tardará más tiempo en responder a los esfuerzos por revertir el cambio climático que los entornos atmosféricos y terrestres. Advierten que el calentamiento de los océanos provocará huracanes de gran magnitud, los cuales terminarán causando miles de pérdidas humanas y materiales. Además, las olas de calor marino son responsables de la gran pérdida de vida marina, desde fitoplancton hasta zooplancton y peces, pasando por animales marinos de grandes dimensiones como las ballenas.

Las zonas costeras no serán las únicas en resentir las consecuencias del aumento del nivel del mar. El estudio “Projections of global-scale extreme sea levels and resulting episodic coastal flooding over the 21st Century”, publicado en la revista Nature, consideró que los efectos de las tormentas costeras, las olas de gran tamaño y las mareas altas extremas, llegarán tierra adentro poniendo en riesgo a millones de personas. El estudio considera por primera vez estos factores en combinación con las proyecciones existentes sobre el aumento del nivel del mar, incluyendo las elevaciones temporales en escala local.

En ese sentido, es alarmante el efecto que tiene el calentamiento ambiental en la formación de tormentas. El calentamiento de la tierra y los océanos se ha traducido en más calor, humedad y aire inestable en la atmósfera, haciendo las tormentas cada vez más grandes, violentas e impredecibles. Desde los años ochenta del siglo XX la cantidad de tormentas con vientos superiores a los 250 km por hora se ha triplicado. Aunque era de esperarse que un planeta más húmedo y cálido contribuyese a la formación de estos fenómenos, comprender cómo estas tormentas metabolizan estos cambios ha llevado a muchos meteorólogos a repensar conceptos claves de la meteorología, como la idea de que el clima es constante. En este sentido, un equipo de científicos estadounidenses que estudia la formación de mega tormentas en Argentina ha encontrado que a medida que la atmósfera se calienta e incorpora humedad, también ha comenzado a expandirse, aumentando la capacidad del aire para absorber volúmenes cada vez mayores de humedad y, debido a que el agua produce calor a medida que se condensa en altitud, la humedad adicional acelera aún más el proceso.

Por otra parte, este año en muchas regiones del planeta, desde el oeste de Estados Unidos a Brasil y de Australia a Siberia, las altas temperaturas y las sequías prolongadas, producto del cambio climático, se tradujeron en los peores incendios forestales en décadas o incluso en toda la historia. Las altas temperaturas que se registran en todo el mundo crean las condiciones para un futuro de incendios potenciados.

Incluso en la región del círculo polar ártico, los efectos del cambio climático son evidentes. En junio se registró el inicio de una prolongada ola de calor en Siberia, alcanzando en mayo temperaturas de 10º C por encima del promedio. Distintas ciudades rusas en el círculo polar ártico han registrado temperaturas extraordinarias. En Nizhnyaya Pesha se alcanzó 30° C el 9 de junio, y el 22 de mayo en Khatanga, que generalmente tiene temperaturas diurnas de alrededor de 0° C en esta época del año, se registraron 25° C, superando por mucho el récord anterior de 12° C. En parte, esta anormalidad está relacionada con un derrame petrolero reciente, con los constantes incendios forestales en la región y con una plaga de polillas que se alimentan de árboles de coníferas que ha deteriorado los bosques de Siberia.

Otra de las alarmantes consecuencias del calentamiento ambiental es la liberación del carbono almacenado en el suelo de los trópicos. Recientemente, la revista Nature publicó un estudio que muestra que el calentamiento del suelo en las selvas tropicales está liberando 55% más dióxido de carbono que otras zonas. Buena parte de la biodiversidad de los trópicos podría perecer si el dióxido de carbono contenido en el suelo se libera, lo que sería catastrófico. El estudio titulado “Soil carbon loss by experimental warming in a tropical forest” calcula que 65 mil millones de toneladas métricas de carbono entrarían a la atmósfera para 2100, más de 6 veces las emisiones anuales de todas las fuentes humanas de emisiones de carbono.

Según un estudio publicado en abril de 2020 por la revista Nature, el colapso de la vida silvestre podría ocurrir antes y de forma más abrupta de lo que se pensaba. Tras analizar el nicho ecológico de más de 30 mil especies, la investigación arrojó que si el calentamiento ambiental continúa de acuerdo a las trayectorias actuales, grandes ecosistemas en todas las regiones del mundo colapsarían en oleadas repentinas. El estudio proyecta que en la próxima década podrían ocurrir colapsos abruptos en los océanos tropicales, mientras que los bosques tropicales, hogar de algunos de los ecosistemas más diversos de la Tierra, podrían hacerlo en la década de 2040, con catastróficas consecuencias no solo para la vida silvestre, sino para la humanidad que depende de ella.

En ese sentido, como consecuencia del calentamiento ambiental, el clima cambiará más en los próximos 50 años que en los últimos 6 mil, ocasionando una migración sin precedentes, con la disrupción social y económica que eso implica. Según un estudio titulado “Future of the human climate niche” publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, en los próximos 50 años cerca de 3 mil 500 millones de personas, un tercio de la población mundial, podrían convertirse en desplazados ambientales, debido a que una gran porción de África, así como partes de India, Medio Oriente, Sudamérica, el sureste asiático y Australia, podrían vol-verse demasiado calurosas como para ser habitables.

A medida que los efectos de la destrucción del ambiente se agudizan, superponen y encadenan, se hace evidente que esta crisis socio-ambiental no es reversible ni manejable dentro del actual sistema de organización de la vida social. Estos efectos, si bien golpearán antes a los más desfavorecidos, eventualmente impactarán de forma generalizada. Ante ello, es fundamental encontrar las estrategias colectivas para sortear estos peligros.

Nuestros lectores hallarán más información sobre estos temas en las siguientes fichas de LET:

http://let.iiec.unam.mx/node/2945;
http://let.iiec.unam.mx/node/2899;
http://let.iiec.unam.mx/node/2868;
http://let.iiec.unam.mx/node/2960;
http://let.iiec.unam.mx/node/2984;
http://let.iiec.unam.mx/node/2996
http://let.iiec.unam.mx/node/2978;
http://let.iiec.unam.mx/node/2962;
http://let.iiec.unam.mx/node/3073;
http://let.iiec.unam.mx/node/2947;
http://let.iiec.unam.mx/node/3107;
http://let.iiec.unam.mx/node/2834.

Fuente: 
Boletín Let