Límites y posibilidades de la transición energética
En síntesis
En esta sección se presentan los resultados del trabajo de síntesis bibliográfica del LET.
Las fichas completas se encuentran en la página del LET.
Es un tópico señalar que la energía es el núcleo de la civilización capitalista (https://let.iiec.unam.mx/node/2631; https://let.iiec.unam.mx/node/4592). Conforme se consolidan las investigaciones sobre la destrucción del ambiente resultante de la actividad humana, se abre paso la discusión acerca de la necesidad de transformar el paradigma de obtención y uso de energía. En este contexto, la necesidad de una transición energética constituye un tema estratégico de la acción corporativa y gubernamental (https://let.iiec.unam.mx/node/4989).
Sin embargo, estamos lejos de contar con definiciones de la transición y, sobre todo, acerca de la maneras de llevarla a cabo, que sean aceptadas en forma generalizada (https://let.iiec.unam.mx/node/4129).
Acaso el único punto de acuerdo evidente entre quienes proponen avanzar en el cambio de la matriz energética es la necesidad de abandonar el uso de combustibles fósiles, sobre la base de tres constataciones de sentido común: 1) su carácter no renovable, 2) el agotamiento paulatino de sus fuentes (especialmente del petróleo), y 3) su papel en la contaminación de los hábitats y la atmósfera (https://let.iiec.unam.mx/node/3050; https://let.iiec.unam.mx/node/3950; https://let.iiec.unam.mx/node/3791; https://let.iiec.unam.mx/node/4325; https://let.iiec.unam.mx/node/5071).
Dentro de ese consenso, hay dos grandes debates que dominan la búsqueda de alternativas energéticas.
El primer aspecto concierne a qué fuentes de energía pueden considerarse como alternativas. En términos abstractos, se entienden como aquellas fuentes que son abundantes, energéticamente densas, de bajo costo y con mínimas emisiones contaminantes. Las corporaciones energéticas y la mayor parte de las instancias estatales argumentan que las principales fuentes alternativas son la solar, la eólica, la biomasa, la nuclear, el gas y la hidroeléctrica (https://let.iiec.unam.mx/node/1457; https://let.iiec.unam.mx/node/3409; https://let.iiec.unam.mx/node/4459; https://let.iiec.unam.mx/node/4894; https://let.iiec.unam.mx/node/5152; https://let.iiec.unam.mx/node/5153). Las polémicas aparecen cuando se pretende caracterizar algunas de éstas como alternativas. Con argumentos de peso, instituciones y organizaciones ambientalistas cuestionan la consideración de la energía nuclear como alternativa, por la dificultad de manejar sus desechos (https://let.iiec.unam.mx/node/2331) y los riesgos de accidentes (https://let.iiec.unam.mx/node/1852; https://let.iiec.unam.mx/node/3451; https://let.iiec.unam.mx/node/4227). Otro caso es el del gas, en razón de las emisiones que implica su extracción y procesamiento (https://let.iiec.unam.mx/node/3409; https://let.iiec.unam.mx/node/5324). Asimismo, hay cuestionamientos acerca de las repercusiones ambientales y sociales de las infraestructuras para generar energía hidroeléctrica (https://let.iiec.unam.mx/node/1220; https://let.iiec.unam.mx/node/3814).
En el marco de este primer debate, se establece que la forma dominante de la transición energética es una pretendida solución de continuidad en la que no se transita desde las energías fósiles hacia las renovables, sino que se recurre a todas las fuentes con el objetivo de mantener e incluso incrementar la cantidad de energía utilizada (https://let.iiec.unam.mx/node/4660; https://let.iiec.unam.mx/node/5068). La formulación más acabada de esta concepción es el llamado Nuevo acuerdo verde (New Green Deal), que tanto en Estados Unidos como en Unión Europea, aparece como el proyecto alternativo para “salvar” el estado de cosas imperante (https://let.iiec.unam.mx/node/1694; https://let.iiec.unam.mx/node/4181; https://let.iiec.unam.mx/node/4003; https://let.iiec.unam.mx/node/5112).
El segundo debate es de carácter civilizatorio, concerniente a los usos de la energía. Uno de los rasgos fundamentales de la forma capitalista de producir riqueza material es el uso intensivo de energía. Además, la abundancia de los combustibles fósiles (madera, carbón, petróleo, gas) permitió que la organización productiva y social no incorporase consideraciones de ahorro de combustibles. Frente a ello, se argumenta que la transición energética que permita la conservación de las condiciones de vida en el planeta deberá replantear por completo los usos de la energía, de modo que el consumo energético se reduzca en forma significativa (https://let.iiec.unam.mx/node/3669; https://let.iiec.unam.mx/node/4508).
En torno a estas dos coordenadas generales, se despliega una multitud de problemáticas que determinan las posibilidades y límites de la transición energética. Una de ellas, es la cuestión de las relaciones de fuerza que juegan en la búsqueda de alternativas energéticas, sobre todo en escala geopolítica (https://let.iiec.unam.mx/node/4549). La constatación fundamental que aportan estudios científicos y análisis históricos en relación a este tema, es que los principales usuarios de las energías fósiles son los países metropolitanos, con Estados Unidos a la cabeza; por tanto, esos países también son los responsables directos de la contaminación ambiental y las afectaciones sociales y ecológicas que amenazan con dislocar el funcionamiento del sistema Tierra (https://let.iiec.unam.mx/node/4148; https://let.iiec.unam.mx/node/4329). China juega un papel relevante y paradójico en el macro-proceso del consumo energético. Por una parte, en el periodo reciente y debido a su acelerada expansión económica, el territorio chino es la mayor fuente de gases de efecto invernadero y uno de los principales importadores de petróleo del mundo. Por otra parte, China es también la potencia global que más invierte en energías renovables, dominando los mercados de la energía solar y eólica, sobre todo en la producción de paneles solares y aerogeneradores (https://let.iiec.unam.mx/node/1742; https://let.iiec.unam.mx/node/3008; https://let.iiec.unam.mx/node/5240; https://let.iiec.unam.mx/node/5333).
Desde la perspectiva geopolítica, Estados Unidos y China juegan, ¬y jugarán, los roles más importantes en la transición energética, por su papel como líderes globales (https://let.iiec.unam.mx/node/4905). Hasta 2024, las políticas de transición parecían converger en torno a la necesidad de impulsar el crecimiento de las infraestructuras de energías renovables, pero el ascenso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos abre un paréntesis que puede agudizar las catástrofes ambientales y acelerar la tendencia hacia el colapso civilizatorio (https://let.iiec.unam.mx/node/1434; https://let.iiec.unam.mx/node/3302; https://let.iiec.unam.mx/node/4991; https://let.iiec.unam.mx/node/5067).
Para los países y regiones dependientes, la transición energética asume la forma de un neocolonialismo y extractivismo verde (https://let.iiec.unam.mx/node/3615; https://let.iiec.unam.mx/node/4540; https://let.iiec.unam.mx/node/5074). Estos territorios reciben ingentes inversiones transnacionales destinadas a obtener los materiales, principalmente minerales, indispensables para las tecnologías que permiten generar energía a partir de fuentes renovables. Una amplia gama de materiales, entre los cuales se cuentan el cobre, el litio, e incluso el silicio, comienzan a ser extraídos de los territorios del Sur global para satisfacer las necesidades económicas y tecnológicas de los centros capitalistas (https://let.iiec.unam.mx/node/4122; https://let.iiec.unam.mx/node/4463; https://let.iiec.unam.mx/node/5018).
Esta fisura geopolítica conduce a otra problemática central de la transición energética: las condiciones de posibilidad para crear una nueva base tecnológica (https://let.iiec.unam.mx/node/4485). Una de las principales dudas en torno a la transición reside en las diferencias cualitativas entre las fuentes fósiles y las fuentes renovables: la densidad energética de los combustibles fósiles y la vasta infraestructura que permite su uso no pueden ser igualadas a partir de las existencias de minerales y materiales detectados hasta la actualidad, de modo que las energías renovables se sitúen como el principal abasto en escala global. No hay suficientes materiales para crear infraestructuras de energías renovables capaces de generar tanta energía como las infraestructuras fósiles (https://let.iiec.unam.mx/node/3268; https://let.iiec.unam.mx/node/4629; https://let.iiec.unam.mx/node/4888; https://let.iiec.unam.mx/node/4896; https://let.iiec.unam.mx/node/4975; https://let.iiec.unam.mx/node/5130).
Asimismo, destaca que la forma convencional de obtener energía a través de fuentes renovables es la electricidad. La electrificación total de la economía aún no es posible. En el nivel industrial, es lenta debido a los costos y las inversiones necesarias en los ámbitos técnico, económico y de personal calificado. Los pronósticos indican que, incluso si la electrificación se extiende hacia el transporte y los hogares a partir de energías renovables, la industria continuaría generando emisiones contaminantes, incluso por encima de los niveles actuales (https://let.iiec.unam.mx/node/4418; https://let.iiec.unam.mx/node/4740; https://let.iiec.unam.mx/node/5139).
Así, la matriz energética fósil está lejos de abandonarse en el corto y mediano plazo. De ahí que se presenten las llamadas “falsas soluciones” (https://let.iiec.unam.mx/node/4365), que proponen seguir utilizando combustibles fósiles mientras se transita hacia las energías limpias. Otra vertiente de este solucionismo tecnológico son los proyectos de geoingeniería solar, los bonos y la captura de carbono, el hidrógeno verde, los procesos de almacenamiento de energía como oxidación del hierro y compresión de aire en cavernas de sal, entre otros (https://let.iiec.unam.mx/node/4323; https://let.iiec.unam.mx/node/5135; https://let.iiec.unam.mx/node/5166; https://let.iiec.unam.mx/node/5183; https://let.iiec.unam.mx/node/5228).
Estas opciones están plagadas de interrogantes sobre su impacto en la reducción de emisiones y las posibles alteraciones que podrían causar en los ecosistemas. Por ello, se arguye que estas medidas para la sostenibilidad ambiental y corporativa, no son soluciones reales, sino una excusa para seguir utilizando combustibles fósiles, capitalizar la tragedia climática y continuar con el extractivismo (https://let.iiec.unam.mx/node/4968; https://let.iiec.unam.mx/node/5088; https://let.iiec.unam.mx/node/5201; https://let.iiec.unam.mx/node/5205).
Seguir esa trayectoria solo acentuará las diferencias entre la matriz fósil y la matriz renovable, ralentizando así la transición energética. Desde 2023, el mercado de las energías limpias se deprime por la disminución en las inversiones, proyectos, costo de materiales, precio de la energía y restricciones comerciales. Como resultado, la matriz renovable pierde atractivo a medida que no logra alcanzar el mismo nivel de rentabilidad que los combustibles fósiles (https://let.iiec.unam.mx/node/5076; https://let.iiec.unam.mx/node/5412; https://let.iiec.unam.mx/node/5270; https://let.iiec.unam.mx/node/5099; https://let.iiec.unam.mx/node/5337) . A raíz de la relajación de las restricciones generadas por la pandemia de SARS-CoV-2, los mercados de la energía se recuperaron, mostrando que todavía constituyen un negocio altamente rentable que nadie quiere ser el primero en abandonar. Tanto los gobiernos como las empresas que controlan el oligopolio del petróleo y el gas natural están dispuestos a seguir abasteciendo esa demanda, incluso si esto no se alinea con los objetivos de cero emisiones (https://let.iiec.unam.mx/node/5154; https://let.iiec.unam.mx/node/5156; https://let.iiec.unam.mx/node/5412).
Finalmente, es importante destacar las interpretaciones críticas de la transición energética, que aportan dos reflexiones que las diferencian de las versiones adaptativas: 1) la necesidad de ligar la problemática de la producción de energía con un proyecto de transformación social, y 2) la consideración de los contenidos concretos de las tecnologías alternativas (https://let.iiec.unam.mx/node/4976; https://let.iiec.unam.mx/node/5319). En efecto, los cambios en las formas y las fuentes de obtención de energía están intrínsecamente vinculados al proyecto social que los articula y les da sentido. En esa perspectiva, las alternativas energéticas se conciben como elementos de las propuestas decrecentistas y autonómicas que ensayan formas de producción de riqueza cualitativamente distintas al capitalismo (https://let.iiec.unam.mx/node/4588; https://let.iiec.unam.mx/node/5274; https://let.iiec.unam.mx/node/5413).
Como parte de esas reflexiones, se pone en cuestión las fuentes solares y eólicas, cuyo despliegue implica la continuidad del gigantismo capitalista e importantes afectaciones ecológicas y sociales. A tales proyectos se contrapone la búsqueda de fuentes “realmente renovables”, que operen en pequeña escala y reduzcan en forma sustantiva las afectaciones al ambiente; tecnologías que recuperen la sinergia de la actividad humana con la actividad no humana, diseñadas con múltiples propósitos en lugar de estar altamente especializadas. Se enfatiza, además, que la transición energética ya no puede ser de manera paulatina y en el largo plazo, por lo que es necesario declarar un estado de emergencia que no solo contemple energías realmente renovables, sino también medidas como la economía circular, la reprimarización de las actividades y la abolición de la moneda (https://let.iiec.unam.mx/node/3013; https://let.iiec.unam.mx/node/4683; https://let.iiec.unam.mx/node/4959).
El tema de la transición energética es trabajado en nuestro portal. El conjunto de síntesis sobre este tema está disponible en la dirección: https://let.iiec.unam.mx/search/node/transicion%20energetica.